MÚSICA DE ELEVADOR

Antes de seguir charlando contigo
sobre saberes ocultos
en cada cruce de calles y miradas;
antes de hacer una visita al karaoke
para lucir todas esas canciones
que he memorizado de oído;
antes de que en tierras baldías
alguien con pelo ralo y mirada sin brillo
nos quiera hablar sobre soledades sordomudas,
quiero hacerte una propuesta sin estilo:

finjamos que somos expertos
enfundados en un par de batas
blancas como clara de huevo duro
flotando sobre fideos gruesos
(o acaso dos bebés a gatas,
para evitar cualquier desliz maduro
propio de burócratas obesos).

Una vez cubierto este aspecto,
yo iré por pizza a la cocina;
entre el chirrido de los muebles
y el murmullo de grillos
podremos simular algo como
el cumpleaños de algún conocido
escurriendo penas de cada rostro;

puedo prepararte un huevo cocido
antes de salir más allá de la ventana
para buscar solos una flor de loto
desde la quietud de mi almohada que suda
un pantano que cruzo descalzo hasta la tuya
y el techo de la casa de desploma
con el rumor de todas las ranas.

[Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.][1]

Me dijiste que aunque no hubiera poetas siempre habría poesía,
aunque nacimos con los aeroplanos del calor en los bolsillos,
las rosas florecen en nuestros ojos
y cada palabra que no decimos se desvía.
Aunque sepamos todo y no sepamos nada,
los dos tenemos ombligos
—y los seguiremos teniendo hasta mañana.

Cuando regresemos de aquello
y queramos despedirnos sin llorar,
entonces hablaremos más tranquilos;
esa será la otra historia que se escribe;
la ambigüedad convertida en ciencia;
el avestruz que piensa resuelta que nadie la ve
porque ha enterrado su cabeza con paciencia.

Entonces yo diré que alguna vez fui bombero
(mentira, pero se vale soñar),
y tú dirás que nada que creímos
fue real excepto los nervios
pero carajo, con eso basta.

[1] De Rayuela, de Julio Cortázar.

ELEVATOR MUSIC

Before we go on chatting about hidden knowledge
at every intersection of streets and eyes,
before making a visit to a karaoke bar
to show off all those songs that I’ve memorized by ear;
before someone with sparse hair and dull look
wants to tell us about deaf-mute solitudes on barren lands,
I want to make you an unstylish proposal:

Let's pretend that we are experts wearing a pair of robes,
clear as hard egg whites floating on thick noodles or
maybe a pair of babies down on our hands and knees,
to avoid any mature slip proper of obese bureaucrats.

Once this matter is covered,
I'll go get pizza from the kitchen;
among the squeaking of furniture and the murmur of crickets,
we can simulate something
like the birthday party of someone we know
wringing torments out of every face.
I can prepare a hardboiled egg
before leaving beyond the window
to seek by ourselves a lotus flower
from the stillness of my pillow that sweats
a swamp that I cross barefoot all the way to yours,
and the roof of the house collapses with the rumor of all frogs.

[As soon as he began to amalate the noeme, the clemise began to smother her and they fell into hydromuries, into savage ambonies, into exasperating sustales. Each time that he tried to relamate the hairincops, he became entangled in a whining grimate and had to face up to envulsioning the novalisk, feeling how little by little the arnees would spejune, were becoming peltronated, redoblated, until they were stretched out like the ergomanine trimalciate which drops a few filures of cariaconce. And it was still only the beginning, because right away she tordled her hurgales, allowing him gently to bring up his orfelunes. No sooner had they cofeathered than something like a ulucord encrestored them, extrajuxted them, and paramoved them, suddenly it was the clinon, the sterfurous convulcant of matericks, the slobberdigging raimouth of the orgumion, the sproemes of the merpasm in one superhumitic argopause. Evohé! Evohé! Volposited on the crest of a murelium, they felt themselves being balparammed, perline and marulous. The trock was trembling, the mariplumes were overcome, and everything became resolvirated into a profound pinex, into niolames of argutentic gauzes, into almost cruel cariniers which ordopained them to the limit of their gumphies. [1]]

You told me that even if there were no poets there would always be poetry,
although we were born with the airplanes of the heat in our pockets,
roses bloom in our eyes and every word we do not say deviates;
even if we know everything and do not know anything,
we both have navels
—and we will keep them until tomorrow.

As soon as we’re back from said issue
and we’d want to say goodbye without mourning,
then we will talk more calmly;
and this will be the other story being written,
the ambiguity that turns into science;
the ostrich that thinks resolutely that nobody can see it
because it has patiently buried its head in the dirt.
Then I will say that I was once a fireman
(a lie, but it's worth dreaming)
and you will say that nothing that we believed in was real
except the nerves but fuck it,
that's more than plenty.

[1] From Hopscotch, by Julio Cortázar. Translation by Gregory Rabassa